Durante el período transcurrido desde la muerte de Lenin y principios de los 90 explotaron distintas revoluciones, varias de las cuales llegaron a expropiar al capitalismo, como China, Vietnam, Cuba, Europa del Este, etc. Sin embargo, a pesar de estos cambios fenomenales, el fortalecimiento brutal de la burocracia stalinista no dejó prácticamente ningún espacio para la construcción de una dirección revolucionaria consecuente. Los dirigentes “comunistas” utilizaron el control dictatorial del estado soviético para manejar verticalmente al proletariado mundial y negociar espacios de poder con el imperialismo, preparando el terreno para la restauración capitalista.
Para eso tuvieron que liquidar al régimen de la democracia obrera,
la herramienta más significativa de la clase trabajadora, que había nacido en la
Comuna de París y pegó un salto de calidad con el desarrollo de los soviets
rusos que se hicieron cargo del poder en 1917. Los stalinistas abortaron decenas de revoluciones o las
estrangularon desde adentro, aplastando implacablemente cualquier atisbo de
autodeterminación y de democracia directa, lo cual bloqueó el crecimiento del
trotskismo y de otras direcciones revolucionarias consecuentes. Por esta razón, Trotsky impulsó el combate por una “Revolución
Política” que liquidara a los regímenes dictatoriales dirigidos por los falsos
comunistas, de manera de recuperar la economía estatizada y ponerla bajo control
de un régimen soviético absolutamente democrático. (Leer todo)
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