Según lo indica el sitio vasco solidario con el pueblo
kurdo, newrozeuskalkurduelkartea, la conducción política de las Yekîneyên
Parastina Rojhilatê Kurdistanê (YRK, fuerza insurgente del Kurdistán iraní)
reconoció que son guerrilleros suyos los milicianos muertos en combate en Irán
el día 4 de octubre, asegurando que “se trata de una conspiración orquestada
por la Guardia Revolucionaria Islámica iraní y de sus grupos afiliados”. Los
dirigentes de YRK aseguran esto porque el enfrentamiento, de acuerdo a sus
versiones, “fue más bien una ejecución sumaria”.
Este ataque, que tuvo lugar en Salasbajani, en la provincia
kurda de Kermanshah, Rojhelat según el pueblo kurdo, significó la muerte de 12
militantes de la milicia del PJAK (Partido de la Vida Libre de Kurdistán) una
organización integrada a la Confederación de Comunidades del Kurdistán, de la
que forman parte las YPG, YPJ, PYD y el PKK. El asesinato se suma a la
ejecución de decenas de personas de nacionalidad kurda, que han sido ahorcadas
en estos últimos meses por las autoridades persas, acusadas de “ofender a
Dios”, un subterfugio para esconder la realidad, que no es otra que la tremenda
persecución política por parte del régimen teocrático contra los trabajadores y
los pueblos oprimidos, como los kurdos o los baluchis.
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